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Una verdad sobre Jeff Koons

  • cgartadvisory
  • 9 jun 2015
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 22 jun 2022


Exposición Jeff Koons: retrospectiva en el Museo Guggenheim de Bilbao

Vía La Sexta


“Kitsch”, “hortera”, “circo”, “naif”, “colorista”, “frívolo”, “perverso”… en esa línea van todos los calificativos para describir a Jeff Koons y a su obra con motivo de la retrospectiva del Museo Guggenheim de Bilbao que agrupa treintaicinco años de su carrera artística. Claro está que, para poder transmitir una imagen total sobre el artista y el fenómeno en el que se ha transformado, la línea de etiquetas va siempre acompañada por otra recurrente como la del “artista más cotizado del mundo”, que de una forma muy sutil delata la predisposición de la que parten los cinco grandes medios en España con sus artículos “informativos”.


Lo superficialmente absurdo, inútil y feo asociado a lo más caro del mundo tiene un peligroso significado implícito de cara al análisis objetivo, ya no del acontecimiento, sino de lo que es más peligroso aún: de la Historia –lo siento mucho por los acérrimos detractores, pero Koons dejó de ser un fenómeno para convertirse en realidad histórica hace ya tiempo–. Si elevamos a Koons como el dios del universo del sinsentido y a todos sus acólitos, ya sean museos, fundaciones, coleccionistas, críticos y comisarios, al submundo del creyente delirante de una fe manifiestamente falsa y tan podrido en dinero que no le importa dilapidarlo con sus obras, ¿en qué posición queda aquel que lo denuncia?


Así, pues, con el único recurso del titular y la profundidad de la aliteración adjetival en base al vistazo “retiniano”, de un plumazo desacreditamos no sólo a una figura clave de la Historia del Arte, sino que también nos llevamos por delante sin ningún tipo de escrúpulo a un largo elenco de reputados expertos y académicos internacionales en favor del periodista que, frente a una audiencia inexperta en la materia, se elevará como voz de la razón y la verdad. Lo cual es bastante grave, teniendo en cuenta que a nuestra misma disposición contamos con una fabulosa entrevista de Hans Ulrich Obrist a Jeff Koons, publicada en la edición impresa y digital de El Cultural, que nos da elementos suficientes, y muy sustanciales, para que cualquiera preocupado por salvaguardar al público del horror personificado de Koons no escriba semejante nivel de chorradas.


No sé si será por la última exposición de Anish Kapoor y La vagina de la reina, pero este último fin de semana me lancé a ver Nymphomaniac de Lars von Trier, que al caso de Koons y su tan comentada serie Made in Heaven tampoco viene nada mal para mi siguiente punto. En esta película como en Dogville, von Trier relata a la perfección todas las razones filosófico-pragmáticas por las que el ser humano reacciona con tanta violencia ante la hipocresía. Pues bien, habiendo leído ciertos artículos, soy de los que, al igual que los personajes de Charlotte Gainsbourg y Nicole Kidman, tienen una cierta intolerancia hacia la hipocresía.


Ayer en el programa de radio La ventana de la Cadena SER, su director preguntó a un tertuliano, supuesto entendido del Arte, sobre Francisco de Zurbarán y Jeff Koons a colación de sus exposiciones en el Museo Thyssen-Bornemisza y en el Guggenheim de Bilbao, respectivamente; “Koons, ni le tengo manía, ni le dejo de tener manía, pero…”. A partir de aquí la descripción fue en este sentido: “un emperador del Pop o el rey del Kitsch”, “con una factoría de ciento sesenta personas”, “exbróker”, “ex de una actriz porno”, que “se proclama artista y habrá teóricos que lo expliquen”… ¡menos mal que no le tenía manía! Pero el colofón viene cuando dice que “Jeff Koons tiene su propia teoría del arte «todo vale»”. Un poco en consonancia de lo que dijo otro entendido de El Confidencial al decir que Koons se había “basado en la idea duchampiana de arte es lo que yo digo que es arte”.


Por favor, el que vosotros seáis los reyes de la retórica en el patio de vuestra casa no significa que no haya gente que pueda escuchar las memeces que decís. Primero, Koons antes de proclamarse artista ya lo era y, sí, hay infinidad de teóricos que lo explican, pero a vosotros evidentemente no os interesa. Dos, no es ni su propia teoría de todo vale, ni Marcel Duchamp dijo que todo lo que él hiciese fuese arte, al revés; dijo “son los que miran quienes hacen los cuadros”, aludiendo al poder que tenía el espectador sobre el objeto y de cómo somos nosotros los que elevamos un objeto a los altares del Arte simplemente mirándolo. Si vosotros no lo queréis ver, perfecto, pero enorgulleceos sabiendo que sois una minoría cuya militancia sólo descubre incultura. Y, tres, sí, en el Arte “todo vale”, de eso lleva tratando la Historia del Arte desde hace casi cien años, teoría tomada y retomada una y otra vez por distintos artistas y tantos de ellos que al final han acabado demostrando con sus teorías, trabajos y arduos éxitos que efectivamente así es. Y si queréis más pruebas a parte de las de un tipo que nació en 1887, por favor, leed. Pero ¡no lo que hayáis leído hasta ahora! Hay un libro magnífico (de lo que para vosotros será un indie) de Arthur C. Danto, llamado El abuso de la belleza, que explica en detalle cómo, efectivamente, Duchamp tenía razón; el contexto y el modelo de validación del arte ha evolucionado hasta hacer del espectador el elemento clave otorgando un significado u otro a los objetos con lo que dirimir lo que es de lo que no es Arte. Así, pues, llegáis tarde con vuestra opinión. Es mala y además con ella no hay hueco para la relatividad en este asunto. Aquellos que tanto os seguís aferrando a la definición de Arte para desprestigiar a aquello que ni os interesa, ni comprendéis y que os parece “feo”, muchas veces incluso en base a referentes históricos decimonónicos (luego habría que ver qué es lo que realmente sabéis sobre el tema, esa es otra): sois unos apocalípticos iletrados. Y en el caso de Koons, además hipócritas. ¿Por qué? Porque al final, con todas sus excentricidades de fotografiarse penetrando a su mujer actriz porno, contratar un estudio con ciento sesenta empleados y crear esculturas monumentales tan espectaculares e infantiles como los inocentes espectadores, museos y coleccionistas que pagan millones por ver sus obras y comprarlas, son la perfecta representación de lo que hoy es el conjunto de la sociedad. Y ¿sabéis otra cosa? Él, al contrario que vosotros, nunca lo ha negado.

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